Retrato de Marcelo Pombo, 1999 | Foto: Alberto Goldenstein |
Marcelo Pombo
(Buenos Aires, 1959)
En los años 90 —señala Pombo– a algunos de los artistas vinculados al Rojas nos interesaba que la obra fuera confusa, que el espectador llegara a preguntarse ¿Quién hizo esto? A Pablo Suárez le gustaba decir que en mis obras la respuesta a esa pregunta era: una maestra de manualidades que se volvió loca.
Por Florencia Lucchesi
Marcelo Pombo nace el 28 de diciembre de 1959 en Buenos Aires.
Desde chico sintió una gran atracción por el dibujo, por eso a los 8 años su mamá lo llevó al Taller de la Flor, dirigido por Ana Srezovik.
En 1974, mientras estudiaba el secundario en el colegio Nacional de San Isidro, descubre a Manuel Puig a partir de la prohibición de la novela The Buenos Aires affair. Al año siguiente lee en la casa de una compañera el manifiesto de Delia Cancela y Pablo Mesejean:
Nosotros amamos los días de sol, las plantas, los Rolling Stones, las medias blancas, rosas, plateadas (…) Las pieles, Saint Laurent y el Young savage look, las canciones de moda, las ropas brillantes, las baby-girls, las girls-girls, los boys-girls, las girls- boys, los boys-boys.
En 1978 ingresa a la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Puerredón; sólo va un mes. Luego de eso pasa unos meses viviendo en Tartagal, trabajando con una comunidad wichí con la intención de coordinar un taller de artesanías. Cuando regresa a Buenos Aires ingresa a trabajar en una imprenta en San Telmo, con el tiempo pasa a ser ayudante principal en las máquinas off-set.
En 1982, al inicio de la guerra de las Malvinas, viaja a San Pablo, Brasil. Allí conoce a Pericles Prade, y por intermedio de él conoce a Darcy Penteado, artista, escenógrafo, vestuarista y uno de los precursores de la militancia por los derechos de la comunidad LGTB en Brasil. Es aquí donde hace una serie de dibujos en tinta donde se instalan poderosamente las referencias al punk-rock, la vida nocturna gay, el comic, el underground de los 80 — Robert Crumb, Nazario– y Walt Disney.
Una vez de vuelta en Buenos Aires en 1984, comienza a trabajar como profesor de artes plásticas en una escuela especial privada en el barrio de Núñez.
Me enamoro perdidamente de los discapacitados mentales (…) me parecen seres de una espiritualidad muy alta, empiezo a idealizarlos y diría que empiezo a trabajar seriamente por primera vez. Les daba para hacer xilografías que tallaban con gubias sobre linóleum (…)
Por entonces Jorge Gumier Maier escribía una columna sobre las disidencias sexuales en la revista El Porteño. Pombo conoce sus textos y por intermedio de él ingresa en el Grupo de Acción Gay. El GAG aparece en la vida de Pombo para profundizar su camino hacia la autonomía, convirtiendo lo que hasta ahora había sido una postura individual ante el mundo en una experiencia colectiva, y a la vez, acentuando su posicionamiento dentro del campo cultural.
Sin título, 1985 Tinta sobre papel- 21 x 29,7 cm Archivo Marcelo Pombo, Buenos Aires. Ilustración publicada en el segundo número de la revista Sodoma, otoño de 1985. |
Desde el GAG Pombo participa en la ilustración de la revista Sodoma.
Gumier Maier le proporciona además del ingreso al GAG, los contactos para sus primeros pasos como artista, como Osvaldo Giesso o Pablo Suárez. También le da un lugar en la sala del Centro Cultural Ricardo Rojas.
Ambos artistas descubren sus afinidades sociales, que se manifiestan en indicadores de pertenencia a una comunidad moral, estética e intelectual. Desde el lado de Pombo el encuentro con Gumier Maier es vivido como un “flechazo”.
Inés Katzenstein: ¿Qué significaba para vos Gumier Maier en ese momento?
Marcelo Pombo: Para mí era Dios; lo vi y le declaré mi amor.
IK: ¿Amor, amor?
MP: Amor, amor. Enseguida me dijo que no era su tipo y empezamos una relación de afinidad estética e intelectual.
Winco, 1986 Esmalte y fotos sobre tocadiscos- 30 x 40 x 40 cm Colección Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires Procedencia: Colección Gustavo Bruzzone |
En 1987 expone por primera vez de manera individual en el Espacio Joven del Centro Cultural Recoleta. Entre las obras que componen la exposición se encuentra Winco (1986), un tocadiscos Winco de los años 60 cubierto por esmalte salpicado. Rock, psicodelia y sexualidad componen la muestra y su poster anunciaba: Los trabajos de esta exposición no tienen título, llevan música.
Dos años después Gumier Maier se transforma en el curador del Rojas y Pombo expone individualmente. El prólogo del texto de Gumier Maier decía:
Su propensión decorativa (siempre se decora sobre), sus extremadamente amanerados estamentos de belleza sintonizan el animo de la decoración de interiores, las manualidades y artesanías. (…), el pattern de Pollock con un estampado textil… un concierto de vulgaridades para hablar con arte, pluralidad de gracias donde empero siempre se atesora el criptograma de lo valioso, lo sagrado (…) el ritual de la belleza como un lujo, voluptuosa. Un artificio.
Para los 90 el Rojas ya no era un secreto sino un lugar que generaba espacio en los medios. Glosas críticas señalaban inclinaciones Kitsch y estrategias simulacionistas por parte de los artistas. Gumier Maier ya se había adelantado a estos cuestionamientos:
Creo que, entre otras cosas, este cambio en el imaginario de las artes visuales está obligado a una redefinición del kitsch en nuestros días. Y por otro lado, cualquier trabajo con el kitsch implica una operación intelectual, un comentario, y hasta un guiño entre entendidos ora populista, ora elitista.
El crítico francés Pierre Restany señaló a muchos de los artistas del Rojas como creadores guarangos prototípicos de esos años políticos, emblematizados con la figura del presidente Carlos Saúl Menem y la economía neoliberal. Frivolidad, autismo y autoindulgencia cómplice constituían la contracara, el espejo deformante del memorable pop argentino de los 60.
Jorge Lopez Anaya utiliza el término “arte light” para definir la estética de los artistas del Rojas. En el artículo El absurdo y la ficción en una muestra notable, publicado en el diario La Nación, desarrolla una lectura sobre la obra de este grupo prolífico a lo largo de la década. La categoría “light” se instala como un sinónimo de estética banal, superflua y desideoligizada.
En Junio de 1993 tiene lugar en el Rojas la mesa redonda Acerca del arte light, coordinada por Marcia Schvarz, Felipe Pino y Duilio Pierri, y conformada por las ponencias de Omar Schiliro, Juan José Cambre, José Garofalo y Marcelo Pombo. Allí, Pombo afirma: Yo trato de hacer cosas lindas con la parte del mundo que me parece horrible.
Rectángulos de lluvia, 2001 Esmalte sintético sobre madera- 70 x 100 cm Colección Museo Castagnino+macro, Rosario |
Hacia finales de 1998 Pombo comienza a concentrar su trabajo dedicándose específicamente a un tipo de pintura. Utiliza esmaltes sintéticos, los cuales se constituirán en el recurso principal de una técnica distintiva de su estilo.
Durante el transcurso de la década de 2000 Pombo afianza su carrera en la costa oeste norteamericana realizando, entre individuales y colectivas, una exposición por año. Obtiene la atención crítica de medios como Flash Art, The New York Times, Los Angeles Times y Frieze.
Dos cepitas, 1995 Objeto, dos piezas- 20 x 9,5 x 6 cm Colección Museo Castagnino+macro, Rosario |
En 2010 comienza a ejercer su carrera docente en el Departamento de Arte de la Universidad Di Tella.
En 2015 Inés Katzenstein cura una exposición antológica de Pombo en la Fundación Amalia Lacroze de Fortabat.
Eso es, lo que pasa con muchos de sus elementos: tienen originalmente un destino distinto al que él les da, ¿Te muestra algo lindo feo? ¿Algo seductor o vominivo? Marcelo es capaz de descubrir en lo abyecto algo casi sacro y en lo estéticamente irrecuperable algo encantador. Sus cuadros más abstractos y mainstream terminan siendo siempre otra cosa. Lo decorativo entra en una hipérbole que lo transforma en lo contrario, como en las cajitas de cepita: algunas tienen a penas unos flequitos – los elementos decorativos son demasiado escasos -, y en otras son demasiado excesivos. Esa elasticidad de los márgenes es la gran provocación de Pombo, además de como trastoca las jerarquías, como cuando ostenta de idéntica manera una caja común y corriente de bayaspirinas y una de perfume francés. Creo que su punto es provocar la incomodidad del espectador. (Jorge Gumier Maier sobre Marcelo Pombo en entrevista con Inés Katzenstein, 2014)
Xuxa, 1993 Papel, stickers, acrílico y esmalte sobre madera- 70 x 85 cm |
Bibliografía
Benito Laren. Colección popular de arte Argentino. Buenos Aires, Mansalva, 2013.
EZQUIAGA, Mercedes. Un recorrido por el universo del artista Marcelo Pombo. Télam [en línea]. Miércoles, 27 de mayo de 2015 [fecha de consulta: noviembre de 2016]. Disponible en:
GARCÍA, Fernando. Arte: Pombo no nació para ser bello. La Nación [en línea]. Vierne, 22 de mayo de 2015 [fecha de consulta: noviembre de 2016]. Disponible en:
Marcelo Pombo, un artista del pueblo, cat. exp. Colección Amalia Lacroze de Fortabat, Buenos Aires, 2015.
Marcelo Pombo. Galería Barro, Buenos Aires [en línea] [fecha de consulta: noviembre de 2016]. Disponible en:
Marcelo Pombo. Museo de Arte Contemporáneo de Rosario [en línea] [fecha de consulta: noviembre de 2016]. Disponible en:
MORENO, María. Un artista del mundo flotante. Página 12, Radar [en línea]. Domingo, 24 de septiembre de 2006 [fecha de consulta: noviembre de 2016]. Disponible en:
Ramona. Revista de Artes Visuales. Núm. 28. Buenos Aires, enero de 2003.